Haciendo un recuento de los eventos ocurridos durante 2016 como la explosión en Tultepec, Estado de México a causa de fuegos pirotécnicos; la sucedida en el complejo industrial Pajaritos, en el estado de Veracruz; así como el incendio generado por una chispa en los almacenes de una fábrica de plástico en Apodaca, Nuevo León; o el ocurrido en una planta de botanas en Mexicali, Baja California; resaltan los efectos de un desgarre social, económico, político y medioambiental, en la imperante necesidad de poner un orden en el país, liberándolo del hartazgo de la inseguridad y el desamparo.
La regulación es una lucha de sendas firmes sobre las que hay que pisar fuerte para que profundice con su huella en los diferentes sectores industriales y de servicios que conforman la economía mexicana, en términos llanos, hacerla parte de nuestra cultura. Porque es a través de esta que podremos comenzar a auto organizarnos y exigir la protección de nuestra propia vida. La regulación permite una armonización nacional e internacional donde se habla un mismo idioma.
Para conseguirlo debemos reconocer nuestra vulnerabilidad ante cualquier tipo de siniestros, sean antrópicos o naturales, y pronunciarnos a favor de la delimitación de políticas públicas especí cas para el tema de la prevención y protección de incendios, donde la obligación sea parte del ordenamiento social, económico y político, incorporando sistemas contra incendios en proyectos de infraestructura actuales, abriendo paso a nuevos mercados con mejores prácticas, con especialistas en fabricación, diseño e instalación de estos sistemas —entre otros que conforman a esta industria—integrando metodologías y software como LoT y Building Information Modeling, entre otros, que permiten a las empresas obtener altos niveles de eficiencia y competitividad aprovechando el talento nativo en este cambiante mercado industrial tanto local como global.
